miércoles, 16 de noviembre de 2016

Los nuevos acuerdos





Cuando el 2 de octubre, más de 6 millones de colombianos le dijeron NO a los primeros acuerdos de La Habana, estaba totalmente desesperanzado, pues las posibilidades de terminar el conflicto armado y solucionar nuestras diferencias por medio del diálogo, parecían perderse en el ocaso. “Ya no hay nada que hacer –dije- el problema es la gente, no la guerrilla ni los paramilitares”.

En el capítulo 7 del libro del Génesis, se cuenta que Dios, en su magnífica piedad, hizo llover sobre la tierra durante 40 días y 40 noches seguidas para erradicar toda la maldad humana, dejando únicamente a Noé, su familia, y su grandiosa arca, llena de lagartos, sabandijas, culebras y toda clase de animales, mamíferos y omnívoros, que habrían de reproducirse nuevamente para poblar la tierra, siempre y cuando estuvieran en paz y no se mataran los unos a los otros en ese claustro artesanal que construyó Noé, el sumiso impasible.

Y así fue. Pasaron 40 días de tormentas, en los que la tensión se hizo inaguantable, y la violencia parecía estar más cerca que nunca. Reuniones irreconciliables, listas interminables de propuestas inviables y una situación internacional que en nada ayudaba al contexto local. Con el aguacero se desbordaron ríos, que para esperanza nuestra, llevaban a miles ciudadanos unidos por una causa que es a la vez un deber y un utópico deseo: la construcción de una paz estable y duradera en Colombia.

El 12 de noviembre, luego de intensivas jornadas de negociaciones en la tierra de Raúl y Fidel, se dio a conocer en horas de la mañana el nuevo texto con el que se busca darle fin a esta guerra patrocinada por ricos y luchada por pobres. El cónclave se prolongó bastante, lo suficiente para no rebasar la profecía bíblica, dándole un ultimátum al secuestro de la paloma blanca, que metieron al arca, pero nada que la dejan salir.



Con 10 páginas de más, el acuerdo publicado por el equipo negociador del Gobierno Nacional y la Delegación de Paz de las FARC-EP, tuvo que enfrentarse a los fanatismos de las iglesias evangélicas más conservadoras, al uribismo, y al resentimiento mezclado con temor, infundado principalmente por los entes  ya mencionados. Así ya nadie, ni el ex procurador, ni el fiscal, ni Uribe, ni Pastrana, ni Holmes, ni Zuluaga, podrán decir que el acuerdo de paz los excluyó (a no ser que reclamen el hecho de no haber sido procesados por sus crímenes, bajo el modelo de la justicia transicional).

Juan Hernany Romero C.
@SectaDeLectores

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