domingo, 20 de agosto de 2017

El pensamiento inevitable


“El mundo que hemos creado es un producto de nuestros pensamientos; no podemos cambiarlo si no cambiamos nuestra forma de pensar”. (Albert Einstein).


La construcción de la realidad, si lo pensamos detenidamente, es un proceso de múltiples posibilidades, de las cuales apenas podemos retener un puñado sin una certeza clara sobre su naturaleza y sus dinámicas evolutivas. Hay varios niveles de realidad, es lo que nos dicen algunos de los académicos más respetados del mundo como Berger y Luckman en su Construcción social de la realidad (1966). Para ellos, en un primer nivel, es innegable la existencia de una realidad física y material en la cual todo y todos nos encontramos. Es, prácticamente, una verdad general, pues representa un terreno firme y sólido para el resto de las hipótesis.

Pero es adagio popular el que dice que cada persona es un mundo y vive de acuerdo a su propia naturaleza. Aunque compartamos el mismo espacio –la realidad física- no lo asimilamos de la misma manera. No todos vemos lo mismo, aunque estemos mirando una misma cosa y, por ello, las posibilidades de interpretación sobre un objeto determinado son prácticamente infinitas al exponerlas a la observación de multitudes.  No se equivocaba Umberto Eco al decir en sus apostillas al Nombre de la Rosa que una novela es una máquina de generar interpretaciones. Pues bien, parece que todo en el universo genera sus propios efectos de sentido.

Es mediante esos procesos de interpretación, personales y colectivos, que empezamos a tejer lo que, posteriormente, llamaremos “realidad” y que, en últimas, será un conjunto de todo lo que nos rodea a partir de la visión general de los intereses de la comunidad. Eso en su sentido más general. Por otra parte, para facilitar el proceso y establecer un orden que permita una catalogación más precisa de los elementos, las personas acuden a la utilización de etiquetas. Las etiquetas, por acercarnos a una definición más o menos aceptada, son juicios de valor que les damos a las cosas y a partir de las cuales les damos una significación y un lugar en el imaginario social.

“Nothing is either good or bad, but thinking makes it so” (William Shakespeare).

La mecánica cuántica, también llamada la física de las posibilidades, nos brinda un panorama mucho más amplio de la realidad. Sabemos que estamos condicionados por la capacidad de nuestros sentidos para percibir la realidad. Pero el hecho de que nuestros sentidos no alcancen ciertos niveles de la realidad, no significa que por ello no existan. Tampoco significa que no tengamos nada que ver con ellos.

Para la física cuántica hay una condición básica presente en todo el universo: todo es energía. Cada objeto, cada persona, cada animal, cada planta, cada palabra, cada pensamiento, es energía. Lo único que cambia entre una cosa y otra es el nivel de vibración, que es lo que define su forma y sus rasgos característicos. Se sabe que todo en el espacio es propenso al cambio, a la mutación. Pues bien, hay, en general, dos tipos de transformaciones: la física y la química. Esto es porque todo está en constante movimiento. Recordemos, la energía no es estática, posee sus propios ritmos de movimiento y dinamismo.

Pero no solo lo visible está sometido a este principio. También las ideas, los pensamientos, las palabras –la fuerza del lenguaje- y las distintas formas de expresión. Todo tiene su propia vibración e implica una afectación en el campo energético universal. Y eso es porque, al estar todo constituido de una misma esencia, todo está conectado y sometido a los procesos de causa y efecto que se producen desde el pensamiento hasta las acciones. 

“La energía mental es la esencia de la vida” (Aristóteles).

Si nos fijáramos mejor en la relación existente entre nuestros pensamientos y la realidad que percibimos a diario, encontraríamos la evidencia de la responsabilidad adyacente en la vida de cada uno de nosotros. No se puede vivir sin pensar, así sea en los niveles más bajos o vulgares, y cada pensamiento está ligado a la realidad que percibimos y que contribuimos a construir cada día. Es por ello que no podemos evadir el flujo, el impulso de vida, el nodo universal, el pensamiento inevitable.

Juan Hernany Romero C.
@SectaDeLectores