lunes, 1 de agosto de 2016

El orden, ¿un capricho más?


Alguna vez le dije a mi madre que escribir era uno de los mayores sufrimientos. Lo dije mientras transcribía el contenido de una conferencia sobre el lenguaje periodístico, la cual se suponía que publicarían en la revista universitaria, aunque nunca lo hicieron. Pero, ¿por qué sufrimiento? Tal vez porque cuando uno tiene un sueño, espera todo de él porque este se convierte en el sentido final de la existencia. Ahora, en términos algo más objetivos –eso espero-, la escritura es el acto de plasmar algo que vagamente habita en la mente, en ese universo caótico y cambiante, que transforma imágenes en cuestión de unidades muy pequeñas de tiempo, inferiores al segundo. En este momento pensaría que escribir (en el sentido de redactar) es equivalente a ordenar. Pero, ¿quién impone dicha organización?, ¿el orden puede ser relativo, al menos en el caso de la escritura? Platón, en su teoría de las ideas expone que éstas, a diferencia de sus representaciones materiales, son inmutables y universales, lo cual significa que tienen un valor general y único para todos, en especial, al referirse a la idea de justicia.

Así, la pregunta es distinta: ¿qué idea tenemos de orden?

Desde pequeño recuerdo que mi madre siempre tuvo, como algo innato, una postura obsesiva (casi maniática) por el orden. Si algo no estaba en el puesto que le había sido asignado, se molestaba demasiado y se le empezaba a subir la tensión. Los forros de los muebles debían permanecer ubicados milimétricamente, de modo que los bordados de la tela quedaran alineados con el corte del sofá o la silla. Los libros de mi biblioteca, que eran los objetos con más movimiento en mi cuarto, eran revisados por ella para verificar que se alinearan perfectamente sobre el borde la repisa, obedeciendo a un orden por los tamaños de los volúmenes del rinconcito que más aprecio de toda la casa.


Eso en cuanto a lo que llamaría organización material-espacial, y que consiste en hacer que todas las adquisiciones que le suben el ánimo a la gente, se vean en armonía, en una discreta exhibición. De modo que dicho orden no se trata de algo más que la apariencia de los objetos ante la mirada externa. Y así también con la ropa (la combinación de los colores, los materiales y el estilo), con los cortes de cabello, con los alimentos, con la gente misma. Pero ¿no tendrá algún otro sentido el orden aparte de la apariencia?

Muchas personas hablan del sentido común, término que por monótono y arbitrario no he aceptado bien, y que constituye, para una gran mayoría, la más esencial lógica u orden en cualquier ámbito de la vida. No muy lejano a éste se encuentran las llamadas prioridades, término empleado por Descartes en su Discurso del método, para organizar de manera jerárquica o en términos de importancia, actividades, preguntas, relaciones, etc.


Por algunos autores un poco más cercanos, aprecié que en la naturaleza no existe tal orden, y que el Cosmos es un Caos. Eso de querer clasificar especies, objetos, tamaños, géneros, es algo que el hombre, en su labor de sobrevivir, ha hecho para rodearse de un ambiente seguro, aprehensible, familiar, y que, a la vez, le permite generar una identidad, primero personal y luego colectiva, en la que selecciona lo que prefiere y rechaza lo que no le interesa o le disgusta. Como todo, esto no se trata más que de otro de los caprichos humanos, que son tantos que, lamentablemente, a diferencia de todo lo demás, no han logrado organizarse.

Juan Hernany Romero C.
@SectaDeLectores

3 comentarios:

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  2. Caótico u organizado, he ahí el dilema. Pero se entiende como dicen los jóvenes.

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    1. Habrá que aprender a apreciar los conceptos ajenos para evitar las imposiciones conceptuales y prácticas.

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