Alguna vez le dije a mi
madre que escribir era uno de los mayores sufrimientos. Lo dije mientras
transcribía el contenido de una conferencia sobre el lenguaje periodístico, la
cual se suponía que publicarían en la revista universitaria, aunque nunca lo hicieron.
Pero, ¿por qué sufrimiento? Tal vez porque cuando uno tiene un sueño, espera
todo de él porque este se convierte en el sentido final de la existencia.
Ahora, en términos algo más objetivos –eso espero-, la escritura es el acto de
plasmar algo que vagamente habita en la mente, en ese universo caótico y
cambiante, que transforma imágenes en cuestión de unidades muy pequeñas de
tiempo, inferiores al segundo. En este momento pensaría que escribir (en el
sentido de redactar) es equivalente a ordenar. Pero, ¿quién impone dicha
organización?, ¿el orden puede ser relativo, al menos en el caso de la
escritura? Platón, en su teoría de las ideas expone que éstas, a diferencia de
sus representaciones materiales, son inmutables y universales, lo cual
significa que tienen un valor general y único para todos, en especial, al
referirse a la idea de justicia.
Así, la pregunta es
distinta: ¿qué idea tenemos de orden?
Desde pequeño recuerdo
que mi madre siempre tuvo, como algo innato, una postura obsesiva (casi maniática)
por el orden. Si algo no estaba en el puesto que le había sido asignado, se
molestaba demasiado y se le empezaba a subir la tensión. Los forros de los
muebles debían permanecer ubicados milimétricamente, de modo que los bordados
de la tela quedaran alineados con el corte del sofá o la silla. Los libros de
mi biblioteca, que eran los objetos con más movimiento en mi cuarto, eran
revisados por ella para verificar que se alinearan perfectamente sobre el borde
la repisa, obedeciendo a un orden por
los tamaños de los volúmenes del rinconcito que más aprecio de toda la casa.
Eso en cuanto a lo que llamaría organización material-espacial, y que consiste en hacer que todas las adquisiciones que le suben el ánimo a la gente, se vean en armonía, en una discreta exhibición. De modo que dicho orden no se trata de algo más que la apariencia de los objetos ante la mirada externa. Y así también con la ropa (la combinación de los colores, los materiales y el estilo), con los cortes de cabello, con los alimentos, con la gente misma. Pero ¿no tendrá algún otro sentido el orden aparte de la apariencia?
Muchas personas hablan
del sentido común, término que por
monótono y arbitrario no he aceptado bien, y que constituye, para una gran
mayoría, la más esencial lógica u orden en cualquier ámbito de la vida. No muy
lejano a éste se encuentran las llamadas prioridades,
término empleado por Descartes en su Discurso
del método, para organizar de manera jerárquica o en términos de
importancia, actividades, preguntas, relaciones, etc.
Por algunos autores un
poco más cercanos, aprecié que en la naturaleza no existe tal orden, y que el
Cosmos es un Caos. Eso de querer clasificar especies, objetos, tamaños,
géneros, es algo que el hombre, en su labor de sobrevivir, ha hecho para rodearse
de un ambiente seguro, aprehensible, familiar, y que, a la vez, le permite
generar una identidad, primero personal y luego colectiva, en la que selecciona
lo que prefiere y rechaza lo que no le interesa o le disgusta. Como todo, esto
no se trata más que de otro de los caprichos humanos, que son tantos que,
lamentablemente, a diferencia de todo lo demás, no han logrado organizarse.
Juan Hernany Romero C.
@SectaDeLectores


Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarCaótico u organizado, he ahí el dilema. Pero se entiende como dicen los jóvenes.
ResponderBorrarHabrá que aprender a apreciar los conceptos ajenos para evitar las imposiciones conceptuales y prácticas.
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