-Yo
viviendo aquí sería el niño más feliz del mundo- decía.
-No
te quejes Fabián, que en tu casa también hay perro- le respondí
yo.
-Pero
solo uno. Tú, Lina, tienes tres.
Siguió
Fabián corriendo con las perras y casi se escalabra contra el filo
del lavadero. Tatiana, su hermana, le insistía que se quedara
quieto, que se iba a desportillar un diente o se iba a hacer morder
de alguna de las perras. Pero nada. Fabián siguió y siguió y
siguió hasta que fue a dar contra los trastos de la cocina. Había
cuatro en cada esquina, como los organizaba mi bisabuela en
Bucaramanga. Ese orden no cambió nunca.
Mientras
tanto me fui con mis dos primas al cuarto donde duermo con mi mamá.
Nos hicimos en la cama, que es muy espaciosa, y nos pusimos a
charlar. Karen me contaba que su último novio la había dejado, que
era un desgraciado y que nada de lo que hiciera cambiaría su opinión
sobre él. Entonces llegó Salomé, seguida de Fabián y Lulú.
“Fabián, no jodas tanto, déjanos en paz”, le dijo Tatiana.
- No
regañes tanto al niño que después va y dice quejas- le aconsejé
a mi prima.
- Pero
es que está inmamable. En fin, muéstrame qué tienes en esa
gaveta.
Abrí
la gaveta nueva, color caoba, de 30 por 40, que me trajo mi tío
Jaime de Medellín hace días y saqué un álbum de fotos.
- Esto
es más viejo que el abuelito- dije.
- Y
pensar que está lo más de bien cuidado- agregó Karen.
Abrimos
el álbum y vimos las primeras fotos: mi mamá y mi papá el día de
mi primera comunión; los abuelos en la piscina de la finca de
Popayán; mi papá trepado en una azotea con alto riesgo de caerse
sobre el platón de una camioneta.
- Yo
veo esto y me da como nostalgia- dijo Karen.
- No
seas boba Karen, que eso es lo más de normal- respondió Tatiana.
Pasamos
la mitad del álbum y salieron las fotos de cuando cumplí quince
años. ¿Se imaginan ustedes cómo fue? Yo, con vestido, dando
palabras de agradecimiento en un micrófono, aterrada. Le pedí a
Karen que pusiera música en el celular, y que lo pusiera en la parte
alta del mueble que hay sobre la cama, al lado del espejo.
- Te veías muy bonita, prima.
Tampoco es que hayas cambiado mucho- dijo, con entusiasmo, Karen.
- Y
eso que estaba nerviosa. De todos modos me gustaron mucho los
mariachis- respondí.
Estando
en esas mi mamá llegó con un vaso de vino Sansón para cada una y
para ella. Nos pusimos a recordar ese día en el que ellas estaban
todavía muy chiquitas y yo ya comenzaba a reconocerme como una mujer
autónoma.
- Pero
vean las demás fotos de Paola, cuando le hacen el caminito con
rosas- dijo mi mamá, que no me dice Lina, sino Paola, que es mi
segundo nombre.
- Ay
ma, usted siempre con el mismo cuento, nada que lo supera.
Entonces
nos dimos cuenta que había pasado más de una hora y se había
empezado a oscurecer la casa. Me paré yo misma a encender la luz y,
por accidente, dejé caer unos peluches que tenía sobre el armario.
El armario tenía un espejo grande en la puerta de la derecha y la
manija brillaba cuando el sol se reflejaba en ella. Tengo varios: la
vaca, el mono, el oso, el perro. Milagrosamente están intactos. ¡Con
tres perras en la casa!
Llamaron
a la puerta. Era mi tío. Venía de trabajar. Mis primas, contentas,
salieron a saludarlo.
- ¿Qué
andan haciendo niñas?- preguntó Jaime.
- Nada
tío, acá viendo las foticos de ustedes. Tú sí que estabas
flaquito en esa época- respondió Karen.
- Eran
otros tiempos. Ustedes son las que están empezando hasta ahora a
vivir- prosiguió mi tío.
Fue
entonces cuando, trepado en la cabecera de la cama, Fabián me pidió
que le pasara el sombrero que estaba colgado en una puntilla de la
pared.
- ¿Para
qué quieres eso, Fabián? No molestes tanto- dijo Tatiana,
enfadada.
- Pues
para parecerme a Lina- dijo el niño
- Pero
si Lina es mujer…- respondió, perpleja, Karen.
- Por
eso. Es que yo lo que quiero ser es niña- dictaminó Fabián.
Todos
nos quedamos mirándonos entre nosotros, sabiendo muy bien lo que
estaba pasando. Mi mamá se rio en silencio y mi tío se quedó
pensando. Llegó la noche y nos despedimos todos. Fabián se llevó
el sombrero puesto.
Juan Hernany Romero C.
@SectaDeLectores
Es imaginar y recorrer cada espacio, cada escena.
ResponderBorrarEs evocar situaciones que aunque parezcan ligeras, marcan momentos y situaciones por definir en nuestra vida.
Siempre con el aroma y el sabor del Sansón que perdura en mi memoria.
BorrarEs un escrito encantador, su lenguaje coloquial y descriptivo nos transporta a cada escena. Su final abierto nos despierta las ganas de seguir leyendo. FELICITACIONES¡!!
ResponderBorrarMuchísimas gracias. Aquí seguiremos.
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