Me
dijeron que era una veleta, la veleta de una casa inconsistente que en
cualquier momento se iba a venir abajo. Me dijeron que de una veleta, que va y
viene con el viento, no se puede esperar nada, y que no importa qué forma tenga
ni cuál sea su calidad: su destino no lo determina ella, sino el viento que la
golpea. Una veleta, pensé yo, que gira libremente sin límite alguno, que va para
volver y vuelve para girar de nuevo. Una veleta que solo quiere moverse porque el
movimiento es su destino, sin quedarse por mucho tiempo en una sola dirección.
Y esa fue la ruta que escogí.
A
uno le enseñan desde pequeño que es mejor ser de una sola tendencia y
permanecer inamovible. Mijo, o es blanco o es negro, pero no me salga con
vainas raras, me decían. Y yo no podía entender cómo hacía uno para ignorar las
múltiples posibilidades de ser, cerrándose a una sola cosa con una monotonía
insufrible y, para mí, imperdonable. Una de esas primeras cosas fue la
religión, por lo cual creo haber empezado a navegar en aguas turbias y borrascosas,
pues ni siquiera en el ámbito político he tenido tantos problemas.
Me
criaron católico y estudié en colegios católicos, con todos los sacramentos,
yendo seguido a misa, soñando con ser un santo. Soñé con ser como San Miguel
Febres Cordero o Juan Bautista de la Salle; quise ser tan bueno y piadoso como
ellos, para que al cabo de unos cien años rezaran en mi nombre y proclamaran
mis hazañas cristianas, queriendo seguir mi ejemplo. Me imaginaba a mí mismo
estampado en una imagen, con los cachetes colorados, aura brillante y
solanácea, hábito largo y prodigioso, una sonrisa tímida, oculta por mi
expresión de mártir, mirando hacia el cielo, tratando de encontrar a Dios. Y a
mi alrededor habrían tres niños con ropas coloridas, jugueteando, acompañados
por un perrito. Y en la parte de atrás una oración para pedir por mi
intercesión ante el cielo. ¿Cuál sería mi milagro?
Pero
con el paso del tempo la ilusión de ser santo se me fue desvaneciendo y los
santos ya no me parecían tales. La música, por supuesto, me ayudó a dudar un
poco, y la malsana superstición de que todo lo que no está en el seno de la
iglesia es satánico me parecía sospechosa. Empecé a mirar para todos lados y
ninguno era tan malo como lo pintaban. En la adolescencia me aproximé al
budismo, al hinduismo, a ciertos principios esotéricos, al ateísmo, al
satanismo y al psicoanálisis. Cada corriente, filosófica o religiosa, tenía su
encanto y de cada una tomaba algo distinto. Nunca me sentí culpable por no
haberme casado con ninguna, pues de hecho sentía que eso era lo bonito: conocer
de manera incesante, para dudar, convencerme un poco y volver a soltarme.
De
manera similar he procedido en todo lo demás. Entonces ocurre que estoy
encarretado con algún tema y la gente cree que soy un devoto o un militante. Y
puede que así lo parezca, pero no. La cuestión es que a mí, por lo general, me
gusta meterme de lleno en lo que me reactiva la curiosidad. Veo con cierto
desprecio esa postura de temor frente a lo diferente, como si se tratara de una
infección viral o una enfermedad venérea. Un psicólogo, con tono clínico pero
sencillo, me dijo lo que muchos ya saben pero que yo necesitaba oír otra vez:
la vida es hoy, y no es para quedarse anclado.
Y
aunque escribo estas palabras en un momento abrumadoramente confuso de mi vida,
no quisiera dejar de lado la consigna que ha regido mi existencia desde la
infancia y que hoy vuelve a darme el aliento para continuar: vivir tanto como
pueda, aprendiendo con devoción y dejando el testimonio que me sale de las
entrañas. Lucho para no perder esa capacidad de la que habla Charly García en Cinema Verité: “Yo puedo compaginar la
inocencia con la piel. Yo puedo compaginar. Yo nací para mirar lo que pocos
quieren ver. Yo nací para mirar”.
Que
otros sean anclas, mientras yo soy veleta.
Juan Hernany Romero C.
@SectaDeLectores
"No se enojen porque vivo haciendo curvas,a mí nada me importa amigos de la línea recta:ustedes usen rosarios y oraciones que otros preferimos el bolero,el billar,el tango y la poesía"El Tuerto López.
ResponderBorrarGrandes palabras del tuerto. Gracias por leernos.
Borrar