La
inminencia de la muerte en una vida libre de cadenas. La ilusoria libertad de
un prospecto vivo que se arrasa en un momento culmen y se espanta por la
indolencia del utilitarismo. El escape del lugar común que se ahoga en las
tumbas con los muertos. Y la voz que nos habla desde el fondo del agua, sin
ningún temor, sin ningún rencor. Memoria, solo memoria, imágenes encadenadas
que se entrecruzan con el destino y se sumergen en la ausencia de la voluntad.
Con
un reflejo humano, natural y complejo (o naturalmente complejo), Carlos Fuentes
nos entrega una historia fascinante, de voz submarina y voluntad quebrantada,
pues los hechos que la definen no dejan de ser espantosos, aunque no por ello
menos proclives a la realidad. Y es ahí donde se encuentra la fortuna –no la
riqueza-, sino eso que vagamente llamamos destino y que debemos contraponer a
nosotros mismos. En eso que cada quien interpreta a su manera, lo que se satisface
el deseo o frustra la necesidad. Ese juego siniestro condenado por algunos
filósofos y reivindicado por otros. Eso que por más que queramos, no podemos
cambiar.
En
esta historia los juegos filosóficos se cruzan con la acción, y los caminos no
son indiferentes al erotismo. San Agustín y Nietzsche conversan, discuten, se
saludan, se pelean. La vocación de Spinoza se convierte en un ejemplo tan claro
como sus cristales. Los impulsos, espirituales y carnales, desembocan en las
consecuencias palpables, pero impredecibles a la vez. Y Maquiavelo reclama su
vida y su ejemplo desde la tumba, confiesa lo impensable, lo negado, lo
maldito, lo bendito.
“La
fugacidad es nuestro destino pero la libertad es nuestra ambición y tardaremos
mucho en entender que no hay más libertad que la lucha por la libertad”.
También con conceptos –no posiciones necesariamente- maquiavélicos, unos
personajes convierten en medios sus fines, mientras que otros se obsesionan con
preparar el futuro, en su infructuoso intento por escapar del pasado. Las voces
que emergen desde las profundidades de la tierra no cesan de clamar voluntades,
en el arraigo incestuoso a esa primera y única vida que muchos mancharon con el
propósito del poder que es “una mirada de tigre que te hace bajar los ojos y
sentir miedo y vergüenza”.
Qué
bella se torna la novela con sus asensos repentinos y sus choques en lo alto
que nos envían a las profundidades el infierno. Un juego de voluntades que coquetean
con la justicia, uniéndola y desuniéndola del perdón y la piedad en la pureza
de sus espíritus. “Pues si Dios es la caridad infinita, al cabo tiene que
perdonar a Lucifer y liberar a las almas condenadas al infierno. Anatema,
anatema sea. Al diablo quien crea en la misericordia de Dios”. Porque se puede
aprender que la misericordia humana no está solo en el altruismo –procedente de
la culpa como estrategia- sino en la venganza misma, que se encarna como un
ángel guardián que reclama justicia con la rectitud de la que carece el
injusto, pero no por ello menos brutal.
Los
interesados en historia y estudios sociales, pueden encontrar su cuota en las
páginas de la obra, que se reconstruye para atrás en las vicisitudes de la
Revolución Mexicana y el contraste de significativos momentos históricos que
marcaron la historia de la humanidad. Pero como la historia se sigue
escribiendo y el presente será pasado, queda el quisquilloso juego de descifrar
las personalidades en medio del reflejo de la ficción.
![]() |
Carlos Fuentes (1928-2012) |
Sin
ánimos de establecer pre-textos ni limitar a mi voluntad la fortuna del lector,
exalto la materialización de un libro como este, que tiene como máxima cualidad
su carácter humano y la sinceridad con la que narra una cabeza que se limita a contar,
a recordar mientras cuenta, los caminos de su fortuna. Ojalá eso lo pudiéramos
hacer todos después de muertos, pudiendo dejar clara la verdad, expuesta en un
rollo de papel, haciendo justicia desde allí, desde el lenguaje, desde las
letras.
“¿Por
qué si hay cinco tigres en una jaula cuatro se alían para matar a uno?” Dejemos
que Josué, o su cabeza, nos respondan, y nos remitan al escenario mortificante
y placentero donde los espectadores ven el cauce y el devenir de La voluntad y la fortuna.
Juan Hernany Romero C.
@SectaDeLectores
No hay comentarios.:
Publicar un comentario