viernes, 5 de mayo de 2017

Fito Páez en la Filbo 2017



“Si se corta la luz, aprovechemos y hagamos una orgía maravillosa”. Con esa frase empezó Fito Páez la presentación de su libro Diario de viaje en la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2017. El auditorio José Asunción Silva estaba repleto y el público aplaudía con ahínco y mucho agrado. El encargado de moderar la conversación era el experto en música Andrés Monsalve, quien disfrutó tanto como los asistentes la magnífica presentación de Páez.

Corría la noche del segundo día de mayo, y uno de los eventos más esperados de la Filbo se estaba desarrollando en aquel auditorio, adornado por una proyección de imágenes del artista argentino, que rodeaban el teclado que interpretaría, cuando las palabras ya no fueran suficientes. Con la lectura de un fragmento del prólogo al libro, Monsalve inició el coloquio. Por supuesto, uno de los primeros temas fue la motivación de Páez para escribir su segundo libro, siendo el primero La puta diabla, novela publicada en el año 2013.


Fito habló un poco sobre la motivación general de los artistas para crear algo. Destacó la importancia del arte para expresar sentimientos. Para él, no se deben hacer las cosas pensando en la posteridad y en la historia; se trata, simplemente, de una especie de mecanismo que le permite a la persona ser más libre. Criticó la solemnidad exagerada con que mucha gente suele tratar el lenguaje, pues considera que esa es una de las limitaciones más grandes a la hora de escribir o componer. A esa solemnidad la denominó “la mirada policiaca de la historia”, que termina reflejada en el pánico a la página en blanco, que no es otra cosa que un temor irracional a no estar al nivel de los grandes artistas. Podríamos resumir su postura en una de sus sentencias más contundentes a lo largo del diálogo: “La literatura es una manera más para jugar y para estar en el mundo”. Fito nos invita a desacralizar los libros, las obras, los autores, tal como el Rock and Roll desacralizó la música y siguió su propia esencia, siendo ahora un género de talla mundial.  

Bastante gracioso fue el momento en que Fito habló de sus primeras lecturas. Al principio, cuando sus padres lo llevaban a la Iglesia, solía aburrirse bastante, como nos pasa a la mayoría; pero con el tiempo se interesó, desde el punto de vista narrativo, en los relatos bíblicos. De hecho, dijo que la Biblia era una gran novela de aventuras. Con el paso del tiempo, para decirlo de alguna manera, se pasó al otro lado, pues recuerda con mucho humor la impresión que le generó la lectura de El Exorcista de William Peter Blatty. Con una espontaneidad fascinante, menciona algunas de las escenas de esta novela de terror, que para él eran poco más que un chiste y algo muy divertido. Por otra parte, acercándose más a su materia, comentó parte de su experiencia con la Poética musical de Igor Stravinsky, que relaciona inmediatamente con la obra del maestro Charly García.

Cómo no hablar de Charly García y su influencia en la vida de Fito Páez. Es, sencillamente, inevitable. Sin embargo, Fito prefirió pasarse al piano para cantar uno de los temas más significativos del exintegrante de Serú Girán: Desarma y sangra. Una interpretación maravillosa que les puso los pelos de punta a los asistentes del auditorio. Remitámonos un momento a Diario de viaje: “Solo hay que tener sensibilidad y ser un poco piola para darse cuenta de que todo lo que ha tocado este hombre dentro del lenguaje musical y en la vida de algunas personas (entre quienes me incluyo) se ha maravillizado”. Charly es uno de los grandes protagonistas del libro, y uno de los referentes más grandes de la música popular americana.

Al respecto de esa “música popular americana”, Fito aprovechó para decir que no hacía falta aclarar que se refería a todo el continente. “Estamos aquí para recordarles a los gringos que nosotros también somos América, y no saben cómo”. Así, prosiguió hablando de la semblanza de García, destacando especialmente su álbum Clics modernos, pieza que considera fundamental para pensar una nueva modernidad en América.

De ahí, pasamos a Luis Alberto Spinetta, personaje preponderante en la vida de Páez, y una de las figuras más importantes en la historia del rock latinoamericano. Fito narró la magnífica historia de Grisel, canción que el flaco le dictó casi al oído. Y él, por su parte, la puso en los oídos del público: “No debí pensar jamás, en lograr tu corazón…”. Hermosa intervención musical que evocó los recuerdos de aquél fascinante músico fallecido en 2012.

No quedaron atrás otros personajes destacados en el libro como Litto Nebbia, Guillermo Vadalá, Mercedes Sosa, Joaquín Sabina, o Alahualpa Yapanqui, de quien Fito recuerda el sutil comentario que le hizo a su canción Vengo a ofrecer mi corazón, composición que Páez considera un misterio, pues cuando la hizo no era consciente de la trascendencia de la letra que había escrito. La cantó a capela: “Quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón”.

Para sorpresa de muchos de los asistentes, Fito refirió dos autores colombianos que lo habían impactado a lo largo de su vida. En primer lugar, habló de Andrés Caicedo y su novela ¡Qué viva la música!, con la que llegó a sentirse ampliamente identificado. (Cabe resaltar que esta sección de la FILBO lleva el mismo nombre de la novela de Caicedo, en homenaje a los 40 años de su lanzamiento). Y luego, para rematar, habló de Fernando Vallejo, especialmente de su novela El desbarrancadero, obra que lo conmovió bastante. “Cómo me gusta como insulta Vallejo. Es tan divertido, que es un gran un humorista también”.

Monsalve le pidió a Fito que leyera el anexo de su libro dedicado a Mariposa Tecknicolor. Fito, que no había traído sus lentes para leer, leyó aquel fragmento para estallar las emociones en el piano. Fue la canción más coreada esa noche, las más querida y recordada por la gente, y a la que Fito le tiene un cariño inmenso: “¡Gracias, preciosa mariposa! Nada en mi vida volvió a ser lo mismo después de vos. Yo también creo en la bondad de los desconocidos”.

Ya para terminar la presentación, el moderador llamó a Margarita Páez, hija de Fito, para que tocara el piano, algo que ya había hecho en el Luna Park y que desató un gran aplauso en el público bogotano. Un poco tímida, pero brillante y espontánea como su padre, Margarita interpretó una bella composición clásica, que no dejó de sorprender a muchos de los espectadores. Cuando Monsalve comentó que de tal palo tal astilla, Fito respondió: “Ella, en realidad, le está heredando a mi mamá, que ella sí era una genio, una pianista alucinante. Conmigo fue la falla genética, y volvió ahora con Marguie”.

Juan Hernany Romero C.
@JuanHernanyRC




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