lunes, 1 de mayo de 2017

La marcha uribista del 01 de abril



“Apoyo la marcha porque estoy en contra de la forma como Santos está entregando al país; nos está llevando a un comunismo; no quiero que Colombia sea como está Venezuela. Como dicen los españoles ‘si ves que están rasurando al vecino, pon tu barba a remojar’. Entonces no podemos llegar a ese estado en que está Venezuela. Tenemos que salvar al país”. 

Eran las once de la mañana cuando una de las manifestantes que partía del Parque Nacional, me respondió con estas palabras al preguntarle la causa por la que apoyaba la marcha del 01 de abril. Había llegado apenas hace un rato, casi a la hora fijada para el inicio de la marcha. Era un mañana fría, que amenazaba con llover; el cielo estaba opaco y ya empezaban a caer tenues briznas que lluvia que enturbiaban el aire con su incómoda presencia. Se escuchaba el sonido de pitos y vuvuzelas que desatendían las leyes de la métrica y el ritmo, generalmente usadas en las movilizaciones estudiantiles. Con aquel ruido medianamente estrepitoso –pues no eran tantas las personas que lo producían- se percibían leves murmullos de conversaciones, provenientes de las personas que marchaban rumbo a la Plaza de Bolívar. 

Semanas previas al encuentro, por medio de redes sociales, videos, imágenes y radio, el partido de Álvaro Uribe, el Centro Democrático, había anunciado la convocatoria de una marcha cuyo principal objetivo era exigir la renuncia del presidente Juan Manuel Santos. La principal razón, según decían los pasquines, era la voraz corrupción que estaba (está) consumiendo al país. Congresistas del Centro Democrático como Paloma Valencia, María Fernanda Cabal, José Obdulio Gaviria y el mismo Uribe, movilizaron, a través de Twitter, principalmente, a sus partidarios y militantes. Fueron muchos los mensajes y pronunciamientos al respecto, tantos que las especulaciones alrededor de la marcha, por parte de distintos sectores, no se hicieron esperar.

La confusión y el desconcierto se volvieron parte integral del tema, cuando la opinión pública se percató de la diversidad de causas y motivaciones que convocaban a los manifestantes. Por un lado, como causa principal, estaba la corrupción, tema que se manejó de manera más bien abstracta, ya que no se refería a casos específicos pero tampoco abarcaba a todos los sectores políticos, es decir, solo se hablaban de los casos de corrupción en el gobierno de Juan Manuel Santos, sin enfatizar concretamente en alguno. Por otra parte, se destacó la indignación y el descontento de la gente frente a la firma de los Acuerdos de Paz entre el Gobierno y las FARC-EP, tras los resultados del plebiscito del 02 de octubre del 2016 en los que el NO ganó por un margen mínimo. Y para rematar, se trajo a colación el polémico tema de la ideología de género, de la cual, según principios morales tradicionales, se debe defender la familia tradicional, heterosexual y creyente.

Como la principal consigna de la marcha era la de “No más corrupción”, decidimos hablar con un experto en corrupción, miembro de una entidad no gubernamental con presencia en más de cien países, entre los cuales está Colombia desde hace 19 años. La organización se llama Transparencia, y se dedica a luchar contra los distintos casos de corrupción, tanto en los sectores públicos como privados, ofreciéndole a la población una forma más útil y sencilla de detectar y denunciar los actos de corrupción en su país. Nos contactamos con Andrés Hernández, director ejecutivo de Transparencia por Colombia, para consultar su opinión sobre la marcha y obtener un contexto más amplio sobre la corrupción en el país. 

La entrevista fue telefónica y comenzó preguntándole a Andrés cómo se percibía el tema de la corrupción en Colombia, siendo este uno de los países más corruptos del mundo. Respondió que existían varias formas de medir los grados de corrupción y su afectación en la sociedad; entre las cuales se hacían mediciones de percepción, realizadas desde hace varios años por Transparencia Internacional, donde en una escala de 0 (nivel total de corrupción) a 100 (nivel nulo de corrupción), Colombia tenía una puntuación de 37, lo cual indicaba la necesidad de “redoblar esfuerzos y generar acciones mucho más contundentes” no solo desde el Estado sino desde la sociedad en su conjunto para que los casos de corrupción puedan ser prevenidos y sancionados. Posteriormente, se preguntó cuál había sido el peor caso o era de corrupción. Hernández respondió que la corrupción ha estado presente en muchos momentos de nuestra vida política, económica y social, teniendo un impacto muy fuerte en materia de Derechos Humanos, confianza en el Estado, desarrollo económico y social del país, y la credibilidad de las instituciones. Trajo a colación casos de financiamiento de campañas políticas por parte del narcotráfico, captación de recursos públicos por parte de grupos paramilitares, y las diversas situaciones en salud y educación. Concluyó diciendo que los casos eran demasiados, pero que ahora lo importante era generar soluciones efectivas.

Ya era momento de plantearle a Andrés el tema de la marcha convocada por el Centro Democrático, de modo que pedimos su opinión. Abrió su intervención diciendo que en muchos casos la corrupción es aprovechada como una plataforma política. “Creo que los altos niveles de corrupción que estamos enfrentando, no solamente en América Latina sino en muchos lugares del mundo, deberían llevar a la posibilidad de abandonar esas banderas de corrupción como una plataforma política, para que realmente podamos encontrar unos acuerdos mucho más amplios como sociedad y como fuerzas políticas”. Inmediatamente la pregunta fue si, en ese orden de ideas, el sector del NO y el Centro Democrático se estarían aprovechando de la corrupción para beneficiar sus intereses políticos. Andrés respondió que la corrupción se prestaba para que un sector político pudiera desprestigiar a otro, de acuerdo a sus intereses políticos; dijo también que, en cierta medida, era positivo que un sector de la sociedad se estuviera movilizando para generar acciones en contra de la corrupción, pero que más allá de la marcha lo importante era trascender la visión politizada de la movilización, para llegar a establecer mejores acuerdos de país para que la corrupción no nos siga ganando la partida. 

No se podía dejar pasar un tema que la gente mencionó a largo de todos esos días y que hablaba mucho del carácter de la marcha: la autoridad moral de los convocantes. Por no ir más lejos, se hizo referencia a la razón por la que Ordóñez había sido destituido de su cargo, y el hecho de que gran parte de los funcionarios de Uribe, durante su era presidencial, estuvieran presos e investigados por casos de corrupción. La pregunta fue directa, ¿uno cómo hace para que la gente entienda quiénes son los que los están guiando en este tipo de procesos? La respuesta de Hernández fue de una sutileza y contundencia muy claras: “Yo creo que, como ciudadanos, ante estos distintos llamados de sectores políticos a realizar manifestaciones alrededor de la corrupción, tenemos que preguntarnos precisamente quiénes son los que nos están convocando; y que los ciudadanos somos los que tenemos que determinar qué opción política queremos respaldar, viendo la coherencia de esas opciones políticas, con su historia, los hechos que rodean a esos actores políticos; y que dejemos como sociedad de dejarnos guiar por unas banderas politizadas, para tomar el control como ciudadanos y poder exigirles a nuestros representas políticos que asuman el tema de la corrupción de manera coherente, entre su discurso y sus acciones, de manera responsable, tratando de llegar a acciones concretas que realmente necesita el país, más allá de manifestaciones puntuales”.

Ahora el turno era para los voceros, los promotores políticos de la marcha (políticos promotores). Uno de ellos es el concejal Marco Fidel Ramírez, “El concejal de la familia”, del partido Opción Ciudadana. Ramírez es, posiblemente, el concejal más conservador y reaccionario de la ciudad de Bogotá. Es el máximo representante de los cristianos en el Concejo de Bogotá, y su consigna se basa en la “defensa de la vida, la familia y los valores”, es decir, no al aborto, no a las uniones homosexuales, y sí a la perpetuación de los valores cristianos. La entrevista fue un día antes de la marcha, en las instalaciones del Concejo de Bogotá. Inicialmente, nos remitieron a su oficina, la cual está repleta de carteles e imágenes alusivas al cristianismo, y en la entrada se lee en un vitral grande y blanco “Vale la pena servir al Señor”. Sus asistentes, mientras trabajaban, cantaban suavemente alabanzas evangélicas, que comenzaban con leves silbidos, y culminaban con excitadas aclamaciones, “Oh, bendito Jesús, abrazo tu salvación”.

Al respecto de la convocatoria de la marcha, el concejal la denominó “la marcha de los indignados”. Se refirió a la indignación por parte de todo el sector del NO por no haber respetado la voluntad popular del plebiscito del 02 de octubre. Ramírez hizo hincapié en la reforma constitucional, vía fast track, que rechaza como representante de los cristianos en Colombia. Al preguntársele sobre cuál era la finalidad de la marcha, el concejal respondió que, en primer lugar, lo que se quería era protestar contra un gobierno que traicionó la voluntad popular; en consecuencia con ello, se exigía la renuncia del Presidente Santos; y tercero, el levantamiento del pueblo frente al riesgo de que Colombia llegara “al mismo muladar del que hoy se está devolviendo Venezuela”.

Ante la pregunta de si era suficiente una marcha para exigirle al Presidente de la República que renuncie, Ramírez respondió que “cuando los de abajo marchan, los de arriba se caen”. Se refirió al carácter democrático de una marcha convocada a campo abierto. Eso sí, rectificó que sería una manifestación pacífica y respetuosa, pero contundente para exigirle la renuncia al Presidente Santos.

Por otra parte, el concejal Ramírez hizo referencia a las múltiples motivaciones de los manifestantes para salir a la calle. Él, por su parte, señaló tres: la corrupción; “el robo del plebiscito del 02 de octubre”; y la defensa de la vida, la familia y los valores. Su conclusión fue de carácter general: “Lo positivo acá es que la ciudadanía en este país se está levantando, y, por supuesto, si algo se requiere hoy en Colombia es un poderoso movimiento de desobediencia ciudadana frente a un gobierno que amenaza el futuro de nuestros hijos”.

Con dichas consignas, el concejal de la familia salió a marchar el sábado, al lado de Alejandro Ordóñez y la diputada cristiana Ángela Hernández. Llegaron a la plaza de Bolívar en donde los manifestantes, enarbolando carteles y pancartas, exigían la renuncia del presidente Santos.

La gran mayoría de los ciudadanos que respaldaban la marcha nos dijeron que, ante todo, querían evitar que Colombia terminara como Venezuela. De hecho, en general, esa fue la principal motivación para que la gente saliera a manifestarse. Inmediatamente, se referían a la corrupción de Santos, pero solo a la de él, no a la de nadie más. 

Habían otros manifestantes más radicales todavía; llevaban sombrillas y camisetas con la frase “Santos renuncie”. Esa era, posiblemente, la consigna más contundente a lo largo de la marcha. Cuando indagamos acerca de su exigencia, nos respondieron que Santos era un traidor que había perdido la confianza del pueblo, con la que lo eligieron en 2010. Nuevamente, siguiendo el patrón general de la marcha, dijeron que no querían que nos volviéramos como Venezuela. Luego, cada vez con más ahínco, se cuestionaron los impuestos que la reforma tributaria que, según ellos, eran para pagar la extorsión del acuerdo “NarcoFarcSantos”. 

Según los medios de comunicación, la marcha fue de un éxito relativo, pues solo en Bogotá y Medellín se evidenció una presencia masiva de manifestantes, mientras que en las otras ciudades las manifestaciones fueron muy discretas. Es posible que la presencia de los líderes promotores de la marcha haya sido un estímulo adicional para los manifestantes, por no mencionar que en Medellín, a las personas de escasos recursos, se les repartieron refrigerios y camisetas para poder gritar fuerte las aclamaciones al discurso del expresidente Uribe.

Juan Hernany Romero C.
@SectaDeLectores



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