“El mundo que hemos creado es un producto de nuestros pensamientos; no podemos cambiarlo si no cambiamos nuestra forma de pensar”. (Albert Einstein).
La
construcción de la realidad, si lo pensamos detenidamente, es un proceso de múltiples
posibilidades, de las cuales apenas podemos retener un puñado sin una certeza
clara sobre su naturaleza y sus dinámicas evolutivas. Hay varios niveles de
realidad, es lo que nos dicen algunos de los académicos más respetados del
mundo como Berger y Luckman en su Construcción
social de la realidad (1966). Para
ellos, en un primer nivel, es innegable la existencia de una realidad física y
material en la cual todo y todos nos encontramos. Es, prácticamente, una verdad
general, pues representa un terreno firme y sólido para el resto de las
hipótesis.
Pero
es adagio popular el que dice que cada persona es un mundo y vive de acuerdo a
su propia naturaleza. Aunque compartamos el mismo espacio –la realidad física-
no lo asimilamos de la misma manera. No todos vemos lo mismo, aunque estemos
mirando una misma cosa y, por ello, las posibilidades de interpretación sobre
un objeto determinado son prácticamente infinitas al exponerlas a la
observación de multitudes. No se
equivocaba Umberto Eco al decir en sus apostillas al Nombre de la Rosa que una novela es una máquina de generar
interpretaciones. Pues bien, parece que todo en el universo genera sus propios
efectos de sentido.
Es
mediante esos procesos de interpretación, personales y colectivos, que
empezamos a tejer lo que, posteriormente, llamaremos “realidad” y que, en
últimas, será un conjunto de todo lo que nos rodea a partir de la visión
general de los intereses de la comunidad. Eso en su sentido más general. Por
otra parte, para facilitar el proceso y establecer un orden que permita una
catalogación más precisa de los elementos, las personas acuden a la utilización
de etiquetas. Las etiquetas, por acercarnos a una definición más o menos
aceptada, son juicios de valor que les damos a las cosas y a partir de las cuales
les damos una significación y un lugar en el imaginario social.
“Nothing
is either good or bad, but thinking makes it so” (William Shakespeare).
La
mecánica cuántica, también llamada la física de las posibilidades, nos brinda
un panorama mucho más amplio de la realidad. Sabemos que estamos condicionados
por la capacidad de nuestros sentidos para percibir la realidad. Pero el hecho
de que nuestros sentidos no alcancen ciertos niveles de la realidad, no
significa que por ello no existan. Tampoco significa que no tengamos nada que
ver con ellos.
Para
la física cuántica hay una condición básica presente en todo el universo: todo
es energía. Cada objeto, cada persona, cada animal, cada planta, cada palabra,
cada pensamiento, es energía. Lo único que cambia entre una cosa y otra es el
nivel de vibración, que es lo que define su forma y sus rasgos característicos.
Se sabe que todo en el espacio es propenso al cambio, a la mutación. Pues bien,
hay, en general, dos tipos de transformaciones: la física y la química. Esto es
porque todo está en constante movimiento. Recordemos, la energía no es
estática, posee sus propios ritmos de movimiento y dinamismo.
Pero
no solo lo visible está sometido a este principio. También las ideas, los
pensamientos, las palabras –la fuerza del lenguaje- y las distintas formas de
expresión. Todo tiene su propia vibración e implica una afectación en el campo
energético universal. Y eso es porque, al estar todo constituido de una misma
esencia, todo está conectado y sometido a los procesos de causa y efecto que se
producen desde el pensamiento hasta las acciones.
“La energía mental es la esencia de
la vida” (Aristóteles).
Si
nos fijáramos mejor en la relación existente entre nuestros pensamientos y la
realidad que percibimos a diario, encontraríamos la evidencia de la
responsabilidad adyacente en la vida de cada uno de nosotros. No se puede vivir
sin pensar, así sea en los niveles más bajos o vulgares, y cada pensamiento
está ligado a la realidad que percibimos y que contribuimos a construir cada
día. Es por ello que no podemos evadir el flujo, el impulso de vida, el nodo
universal, el pensamiento inevitable.
Juan Hernany Romero C.
@SectaDeLectores
Para el budismo los pensamientos se generan en la mente pero pueden no ser nuestros, si nos desapegamos de ellos.
ResponderBorrarBuen concepto, si además nos atenemos a la idea de la interconexión de pensamientos y sentimientos. Vendría a ser el salirse del "yo".
Borrar